jueves, 12 de noviembre de 2009

Tras la pista de la obra perdida


POR JOSÉ ÁNGEL AGEJAS

Sartre es conocido más que de sobra por cualquier estudiante europeo de finales del siglo XX. Por lo menos todos hemos oído hablar de su ateísmo y marxismo militantes, de su influencia en las revueltas estudiantiles de mayo del 68, de su existencialismo radical enfrentado contra los demás, contra el mundo y, cómo no, contra Dios. De ahí que cuando encontré citado un texto suyo en el que dibujaba de forma magistral, llena de ternura y sensibilidad, a la Virgen María con el Niño Dios en el portal de Belén, sospechara de la autenticidad de la cita. Y como buscar la verdad y contrastar la información son tareas básicas del periodista y del buen investigador, pues me puse manos a la obra.

«Buscar la verdad y contrastar la información son tareas básicas del periodista y del buen investigador»




Las razones para sospechar eran muchas: el ateísmo del autor, su conocida fobia anticristiana, la frecuente manía de algunas personas por atribuir textos «bonitos» a autores famosos, la ausencia de referencias a una obra así en las biografías del filósofo… Por otro lado, había también razones para intentar la búsqueda: quien citaba el texto no era un cualquiera y además hacía la referencia a una obra concreta. Quedaba pues la tarea principal: encontrar la obra perdida. Por un lado tenía sólo dos pistas, pero algo es algo. Y por otro, lo más difícil era trazar el plan de búsqueda. ¿Qué era lo más importante? Sin duda confirmar que Sartre hubiera escrito esa obra, para después dar el paso a su localización.

Lo más duro: el paso por el desierto

Comenzó entonces la parte más ardua del trabajo: la indagación y lectura de libros. Recordemos la pista: una obra escrita en 1940 durante su estancia en un campo de prisioneros. Biografías y más biografías de Sartre. Todas confirmaban que durante la Segunda Guerra Mundial fue llamado a filar en el ejército francés, y tras la capitulación de éste ante el ejército alemán, estuvo en un campo de prisioneros. Pero de la obra de teatro, ni rastro. Las listas de sus escritos teatrales iniciaban con Las Moscas, escrita ya tras su cautiverio. Y de esa época sólo se mencionaban sus primeros escritos filosóficos. ¿Era una pista falsa? ¿Mezclaba un dato histórico cierto con un texto falso? Parecía una buena ocurrencia: un ateo prisionero de los nazis escribe algo sobre la Navidad. Tenía que seguir ampliando ese dato.

Entonces localizo en Internet, en un sitio francés de libros de viejo un título clave: Con Sartre en el Stalag 12D. Alguien había escrito nada menos que un libro entero contando aquel episodio del filósofo. La fecha de publicación era reveladora: 1980, año de la muerte de Sartre. Y también el autor: Marius Perrin, un jesuita. Leo además alguna referencia esporádica a este volumen en otros libros, que me confirman que en él, al menos, se habla de la obra perdida. A ver si este jesuita —me digo— guardó el manuscrito, y lo ha publicado tras la muerte de Sartre. Pido a los bibliotecarios que me lo consigan. Lo esperaba casi convencido de que, por fin, había llegado a la etapa final de mi investigación. Pero cuando llega, me encuentro con una noticia buena y otra mala. Perrin habla, en efecto de la obra, y da muchísimos datos de la misma. ¡Eureka, la obra existió! Pero, ¡oh decepción!, en ese libro no está el texto del teatro, ni tan siquiera referencia alguna al hecho de que se hubiera publicado y, por lo tanto, pudiera buscar un ejemplar. Que aquel jesuita, amigo personal del filósofo, esperara a la muerte de Sartre para escribir el relato de aquellos días, era significativo. Pero era sospechoso que no mencionara ninguna edición del texto.

«Lo más importante era primero confirmar la autoría de Sartre para luego localizar la obra»









No hay datos irrelevantes

Las pistas tenían que abrir nuevos caminos para seguir buscando. Al menos, había encontrado el título exacto de la obra y su argumento completo, lo que confirmaba la verosimilitud de la cita con que habíamos iniciado. El camino a partir de ahora fue relativamente más fácil: con el título exacto miré en la base de datos de la Biblioteca Nacional Francesa, y, efectivamente, la obra existía. Había un ejemplar incompleto de una primera tirada de 1962, y otro completo de una segunda tirada de unos años después. Aquí fue donde la pericia de los bibliotecarios vino en mi ayuda, y donde la ayuda del profesor Juan Carlos Conde facilitó la forma de conseguir una copia. En la Universidad de Indiana también tenían un ejemplar de la segunda edición. De allí vino la primera fotocopia del texto completo. La aventura sigue, claro, y localicé una tercera edición del original francés, del año 1970. Realmente es la oficial, pero sus características la convierten en extraña: está publicada fuera del conjunto de las obras completas de Sartre, y de modo que no sea fácilmente localizable.

Esta es, en síntesis, la historia de la investigación y hallazgo de la obra perdida de Sartre. La película es más larga, y hay peripecias que se han quedado fuera. Espero que estas pinceladas hayan bastado para pintar la historia de una búsqueda, y sobre todo, para animar a contrastar siempre la información, a encontrar las fuentes de la misma, y a buscar la verdad de las cosas por encima de prejuicios y de tópicos. Es apasionante.

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